domingo, 13 de enero de 2013

Artículo 4ª: Paradigma del cambio social


La IAP un paradigma para el cambio social


INTRODUCCIÓN.
En el campo de las ciencias sociales son frecuentes análisis críticos que tratan de constatar la existencia de una acusada dicotomía entre investigadores y prácticos alegando que, mientras los primeros se ocupan en discusiones —más u menos estériles— sobre cuestiones metodológicas, los trabajadores sociales se ven llamados a intervenir ante la urgencia o inmediatez de los problemas que golpean a la sociedad actual. Para muchos comentaristas este hecho pone de manifiesto la existencia de una evidente separación entre la teoría y la práctica entre la investigación y la acción.

Ciertamente en este campo las preocupaciones teóricas y utilitarias se entremezclan de tal modo que es comprensible que mientras unas personas consideran como prioritario solucionar los problemas inmediatos antes que investigar sus causas, otras entiendan que toda intervención debe preceder a la acción. En realidad ambas posturas en modo alguno deben entenderse como antagónicas, al contrario, ponen de relieve la dificultad de separar el conocimiento y la acción como vías de aproximación a la realidad social y que, por tanto, los enfoques epistémicos sobre las ciencias sociales deben tener presente esta dualidad. Si toda preocupación por el saber (investigación básica) debe ir unida a una preocupación por el actuar (investigación aplicada), en el campo social esta preocupación resulta ineludible.

Ciertamente, el entorno social nos ofrece cada día hechos y situaciones que reclaman la necesidad de una reflexión sistemática que oriente la acción. Problemas como la pobreza, el subdesarrollo, la situación de los ancianos, el desempleo, la emigración o la atención a las comunidades marginadas por citar algunos, están tan presentes y adquieren tal complejidad en el mondo actual que necesariamente toda actuación al respecto tendrá más posibilidades de ser eficaz en la medida que esté científicamente informada, es decir en la medida que el conocimiento científico del problema vaya unido a toda acción social Urge, por tanto, integrar la investigación y la intervención social. Desde el punto de vista epistemológico, la unión entre conocimiento y acción constituye uno de los conflictos claves en las ciencias sociales. Es habitual encontrar autores que consideran que es precisamente sobre esta dualidad donde debe situarse la discusión sobre la operatividad de los métodos utilizados por estas ciencias en la resolución de los problemas que constituyen su objeto de investigación. Las dificultades de estas ciencias para producir conocimientos tecnológicos, constituye uno de los dardos más utilizados por aquellos que cuestionan su rango epistémico (GIDDENS, 1984). Los argumentos que justifican esta crítica son comprensibles; mientras nuestra sociedad se ve sometida y desbordada por un constante y vertiginoso cambio tecnológico que invade todas las esferas de la vida, los problemas sociales que rodean al hombre actual se agudizan y amenazan con aniquilar su propia existencia.

Algunos consideran que la raíz del problema radica en la imprecisión o ambigüedad de estas ciencias en relación con el tipo de conocimiento que persiguen, y argumentan que en la investigación social no cabe la distinción clásica entre investigación fundamental e investigación aplicada al igual que se establece en las ciencias naturales, ya que por su propia definición toda investigación dentro del campo social debe estar ‘orientada” a la búsqueda de conocimientos que constituyan una guía para la acción transformadora del medio social. En este sentido apuntan que, aunque la tradición occidental ha subrayado el conocer como prioritario al hacer, no deja de ser un modelo sujeto a revisión.

 Otros piensan que la realidad social es totalmente diferente a la naturaleza y que su transformación no depende tanto de la investigación básica como de la actividad de los agentes sociales, ya que son éstos los que a través de su intervención en el medio social contribuyen a generar cambios y mejorar la sociedad. Insisten en que, en estas ciencias, tan importante es buscar nuevos conocimientos como analizar las verdaderas intenciones que subyacen en las acciones de estos agentes, ya que de ellas depende la transformación del orden social. Por ello se cuestiona la instrumentalización a que ha estado sometida habitualmente la intervención social más orientada a dirigir y dominar al hombre en vez de promover su emancipación humana y social. De ahí que sea necesario enfatizar el compromiso ideológico de todo trabajador social frente a toda situación de injusticia y marginación mediante su participación en procesos de cambio social (STAVENHAGEN, 1971).

 Los críticos no sólo cuestionan la finalidad y utilidad de la investigación en el campo de las ciencias sociales sino también los supuestos teóricos y metodológicos de los que habitualmente parten. Unos argumentan que los modelos y procedimientos utilizados en la investigación social son excesivamente analíticos, rígidos y burdos para captar una realidad cuya naturaleza es holística, dinámica y llena de matices peculiares. El acusado mimetismo de algunos investigadores sociales por aportar credibilidad a sus hallazgos, les ha llevado a utilizar modelos y herramientas sofisticadas de investigación sin pararse a reflexionar sobre la adecuación del método al objeto de estudio y su contexto). Otros piensan que la forma concreta de llevar a cabo el proceso investigador determina que solamente unas pocas personas puedan acceder a los resultados, impidiendo que exista una toma de conciencia colectiva sobre una situación de todos los implicados en la misma La investigación se manifiesta así como una fuente de poder donde unos sujetos tienen en sus manos la información y la posibilidad de tomar decisiones sobre “asuntos” que les afectan a otras personas con mayores derechos sobre ella.

Estos planteamientos han originado una evidente evolución de los enfoques clásicos de investigación y han abierto un nuevo período en la literatura sobre filosofía de la ciencia que se conoce como postpositivista. El momento actual se caracteriza por una mayor apertura a las diversas orientaciones epistemológicas en la búsqueda del conocimiento ya que frente a posiciones clásicas ancladas en la tradición cuantitativa, hoy se mantienen posturas más plurales en relación con la metodología de investigación, especialmente en el campo de las ciencias sociales. Poco a poco se han ido apagando las voces que cuestionaban la legitimidad de los métodos inspirados en las corrientes naturalistas y la teoría crítica para la obtención de conocimientos, trasladando el debate a la disensión sobre sí es o no posible cierta unídad o complementariedad entre enfoques o paradigmas o si, por lo contrario, son totalmente irreconciliables dado que parten de supuestos en radical oposición (BREDO y FEINBERG, 1982).

Desde la perspectiva de un trabajador social a nadie le interesa suscitar o mantener polémicas estériles entre cuantitativos y cualitativos ya que lo verdaderamente urgente es transformar la realidad. Lo que importa es encontrar un marco teórico y metodológico adecuado que dé sentido y justifique lo acción de todo agente social bien como fuente para la obtención de conocimientos, bien como estrategia para tomar decisiones. No debemos olvidar que frente a la investigación orientada hacia la búsqueda del conocimiento existe otro tipo de investigación cuya finalidad es la búsqueda de información objetiva para tomar decisiones en orden a la intervención social que se conoce como investigación evaluativa o simplemente evaluación de programas (LIPPS y GRANT 1990, UPHOFF 1991).

LA INVESTIGACIÓN EN LA ACCIÓN COMO ALTERNATIVA

La toma de conciencia sobre la necesidad de plantear la búsqueda de conocimientos a partir de la acción es la que ha puesto de actualidad la “action research” de KURT LEWIN como la alternativa metodológica idónea para la investigación en todas aquellas disciplinas orientadas al trabajo social (STIVERS y WHEELAN, 1986) Como se recordará, el método se define como un proceso continuo de planificación, acción, observación y reflexión que se establece sobre una determinada realidad social con el fin de conocerla mejor y transformarla. Constituye, pues, “una forma de indagación introspectiva colectiva emprendida por los participantes en situaciones sociales con el objeto de mejorar la racionalidad y la justicia de sus prácticas sociales así como de la comprensión de esas prácticas y de las situaciones en que éstas tienen lugar” (Kemmis y McTaggart, 1987). En resumen, se trata de procesos de comprensión y explicación que realizan determinados grupos sociales sobre su práctica con el fin de mejorarla.

Aunque inicialmente esta corriente de investigación se ha apoyado sobre la metodología cuantitativa, progresivamente ha ido incorporando otros enfoques teóricos y filosóficos que la aportaron una mayor flexibilidad epistemólogica a la vez que cierta pluralidad metodológica. Referentes teóricos como la Escuela de Frankfurt, la ciencia social crítica de Habermas, el materialismo dialéctico, y aportaciones de personas como FREIRE, ROGERS. FREUD, entre otros, han contribuido a consolidar una visión crítica sobre el papel de la ciencia en la sociedad actual, y la necesidad de plantear un giro copernicano en relación con la finalidad que debe tener la investigación social. A este respecto parece oportuno recordar la distinción que establece HABERMAS entre tres tipos de conocimientos —técnico o instrumental, interactivo y emancipatorio o crítico— para darse cuenta de que la investigación social puede ser orientada con distintas finalidades y que la dimensión crítica del conocimiento ha sido habitualmente olvidada.

El denominador común de las referencias teóricas señaladas lo podemos situar en la crítica radical que formulan a la investigación de corte clásico al cuestionar que, lo importante no es cómo se accede al conocimiento, sino para qué se busca dicho conocimiento, subordinando así las cuestiones de carácter metodológico a los objetivos y fines que se pretenden alcanzar. En este sentido, para la teoría crítica no existe distinción entre teoría y práctica ya que es la finalidad de la investigación la que, en última instancia, aporta la credibilidad teórica a un proceso de investigación (DE MIGUEL, 1988). Por otra parte, todas las orientaciones ideológicas que convergen en el denominado paradigma crítico han tratado de resaltar la adecuación de la investigación acción como estrategia metodológica apropiada para llevar a cabo este enfoque (TRIPP 1990).

El planteamiento es fácilmente comprensible. Ante las limitaciones que presentan tanto los métodos cuantitativos como fenomenológicos para promover transformaciones sociales, era necesario encontrar un nuevo marco teórico desde el que se pueda reinterpretar la acción transformadora de la realidad a la que está llamado todo trabajo social, así como una nueva metodología de investigación coherente con esta finalidad (REASON y ROWAN 1981, HERNANDEZ 1987). La investigación acción no sólo se considera como una metodología propia del trabajo social sino como la herramienta que posibilita una epistemología de la praxis. De ahí que se considere como una alternativa paradigmática a la investigación en el campo de las ciencias sociales (MORIN 1985, WEBSTER y JONES 1990).

Los supuestos teóricos y metodológicos que justifican plantear un nuevo paradigma para las ciencias sociales partiendo de la teoría crítica y la investigación acción se apoyan en argumentos como los siguientes:

 1.— Todas las disciplinas orientadas hacia la acción tienen un interés claramente praxeológico. Lo que le preocupa al investigador en este campo no son los hechos objetivos (positivismo) ni los subjetivos (fenomenología) sino la dialéctica que se establece en los agentes sociales entre unos y otros, es decir, la interacción continua entre reflexión y acción. La polémica clásica entre explicación y comprensión, entre conocimiento nomotético y conocimiento ideográfico, queda de alguna forma aparcada frente a una visión pragmática del mundo social, donde lo prioritario es el diálogo constante con la realidad para intervenir en su transformación.

 2 — Consecuentemente, la finalidad que orienta el trabajo del investigador no se dirige a “descubrir o verificar hipótesis” sino a dinamizar los cambios que se producen en el contexto social a partir de la actuación de sus agentes. Por ello, cualquier tipo de acercamiento al modo o procedimiento a través del cual se producen los cambios, exige analizar las “intenciones” que los trabajadores sociales otorgan a su actividad. La investigación acción posibilita la reflexión del agente sobre sus propias intenciones, reflexión que nadie puede hacer por él.

 3 — Dado que la realidad social es compleja, múltiple y en continuo proceso de transformación, fácilmente es comprensible que los agentes sociales se ven obligados a tomar decisiones y reorientar su actividad en función de la propia dinámica de la realidad social. Este hecho determina que el compromiso con los valores forma parte esencial del propio proceso de investigación y que los resultados adquieren siempre un matiz de provisionalidad, de tentativas sucesivas en la búsqueda de explicaciones más precisas y justas en relación con el problema que es objeto de estudio.

 4 — Consecuentemente, los diseños de investigación no pueden estar predeterminados ni tampoco pueden ser totalmente emergentes, ya que la acción si bien debe estar de algún modo planificada, tiene que posibilitar su reorientación durante el proceso. El plan de trabajo en una investigación acción es un plan negociado, donde los objetivos y los procesos están en continua revisión. No sólo los datos sino el propio problema es el que está sujeto a revisión, lo que supone concebir el proceso de forma cíclica en base a sucesivas tentativas de acción y reflexión.

 5 — La investigación acción no trata de obtener un saber objetivo, generalizado y de carácter predictivo. Tampoco quiere limitarse a recoger observaciones en profundidad dada la carga de subjetivismo que esto supone. Como cualquier otro proceso sistemático de investigación su finalidad se orienta a obtener “regularidades” que permitan orientar la práctica. Para ello necesita dotar al proceso de cierta evidencia empírica —más allá del sentido común— y encontrar cauces para contrastar las observaciones y deducciones del agente/investigador con las obtenidas por otros observadores (intersubjetividad).

6 — La efectividad de la investigación acción es mayor en la medida que en ella participan todos los que están implicados en la acción. Tanto los procesos de reflexión como de acción adquieren mayor operatividad en la medida que se efectúan de manera cooperativa a través de procesos de “evaluación deliberativa”. La actuación colegiada no es una simple recomendación de la investigación acción, sino un supuesto fundamental que debe orientar la acción y la reflexión sobre la acción.

Estas y otras connotaciones parecidas son las que utilizan algunos autores que tratan de configurar sobre la metodología de la investigación acción una alternativa paradigmática para las ciencias sociales. Para unos autores siguiendo el concepto de paradigma según la visión khuniana, la investigación acción constituye la forma más genuina que tiene la comunidad científica actual de enfocar los problemas sociales, por lo que nada contradice a que podemos considerar esta metodología como la vía epistemológíca del paradigma crítico. Para otros, el marco teórico y epistemológico en el que se apoya es débil —especialmente cuando se analizan desde la perspectiva clásica de filosofía de la ciencia— por lo que no consideran adecuado otorgarle este rango. Ambos casos dependen del concepto que cada autor otorga al término paradigma.
Un análisis comparativo de los supuestos teóricos de la investigación en las ciencias sociales desde una perspectiva crítica en relación a las otras dos posiciones clásicas —cuantitativa y cualitativa— se puede observar en el siguiente cuadro que nos ofrece KEMMIS (1992) (ver imagen en el blog)

3. APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE INVESTIGACIÓN ACCIÓN PARTICIPATIVA.

Es habitual encontrar en la literatura sobre investigación la utilización del término “participativa” de manera poco precisa. Con frecuencia se habla de técnicas participativas, metodologías participativas e investigación participativa como si fueran sinónimos cuando en realidad aluden a conceptos diferentes. ya que en un caso se hace referencia al modo de obtener la información en una investigación, en otro al método utilizado en el proceso y, en tercer caso, al tipo o modalidad de conocimiento que se pretende obtener a través de dicho proceso. Aunque, ciertamente, existe una mutua implicación entre el objeto que se pretende alcanzar y los métodos y las técnicas a utilizar, no cabe establecer un solapamiento definiendo un paradigma de investigación en términos de simple técnica. Estamos de acuerdo con RAHMAN y FALS BORDA (1992) que la utilización del término investigación acción participativa (IAP) precisa mucho más el concepto y evita confusiones.

La investigación —acción participativa constituye esencialmente una orientación de la investigación— acción que trata de resaltar su dimensión emancipatoria. Frente a otras modalidades de investigación acción que poco a poco fueron derivando hacia la eficacia, el contexto latinoamericano no sólo ha mantenido viva la dimensión crítica sino que la ha enriquecido con aportaciones ideológicas importante, de un modo especial debemos citar a FREIRE, hasta tal punto que constituye hoy una de las metodologías de acción social más interesante y prometedoras. Desde el punto de vista de la investigación acción, la IAP constituye una modalidad que se caracteriza por implicar a los miembros de un colectivo o comunidad en los procesos de búsqueda del conocimiento con el fin de que éste tenga un significado claramente emancipatorio.

Desde nuestro punto de vista cuando se habla de IAP nos referimos a un modelo peculiar de investigación acción que se caracteriza por un conjunto de principios, normas y procedimientos metodológicos que permiten obtener conocimientos colectivos para transformar una determinada realidad social. Al igual que toda investigación, la IAP es un proceso de búsqueda del conocimiento, sólo que en este caso este conocimiento se caracteriza por ser colectivo, Igualmente se pretende la aplicación de dicho conocimiento pero en este caso dicha aplicación se orienta hacia la realidad social próxima que vive el sujeto, de ahí su carácter emancipatorio. Estas connotaciones implican que el proceso de investigación en la IAP deba organizarse necesariamente sobre la acción” de un “colectivo de personas” que promueven el cambio social.

Partiendo de esta definición queremos resaltar que la IAP constituye:

A — Un proceso sistemático

La primera característica que define la IAP es el carácter sistemático del método y procedimientos de investigación. Su objetivo es incrementar el conocimíento colectivo pero a través de un proceso riguroso y controlado que se adapte a las exigencias del método científico. La metodología de investigación acción aporta la rigurosidad que exige a todo método para ser considerado científico y avala los resultados del proceso como conocimientos verdaderos, dentro de los límites en los que la ciencia actual define este tipo de conocimientos. En definitiva, el método es la herramienta que permite establecer la objetividad en este tipo de investigación frente a la ideología como habitualmente se le considera.

Algunos autores cuestionan la necesidad de someter a un método el proceso de investigación aludiendo al hecho de que la finalidad que persigue
—el conocimiento colectivo— también puede darse en el transcurso de una asamblea, reunión o trabajo en grupo sin que proceda hablar de investigación. Aunque esto es cierto, no siempre estos cauces conducen al conocimiento y, menos aún, a que tales conocimientos sean correctos y generen las conductas apropiadas. Sólo cuando se somete el problema objeto de estudio a un proceso de análisis y reflexión siguiendo las pautas del método científico y se establece cierto grado de acuerdo colectivo —verificación intersubjetiva— sobre las conclusiones y soluciones que se consideran apropiadas, podemos realmente entender que se ha efectuado una investigación. La IAP se caracteriza, por tanto, por ser un proceso organizado por un colectivo humano siguiendo los principios de la investigación acción con el fin de alcanzar determinados objetivos. El rigor y la sistematización en la aplicación del método es lo que permite considerar este procedimiento como una modalidad de la investigación científica y lo diferencia de otras formas de obtención de conocimientos colectivos.

B — Para obtener conocimientos colectivos.

La realidad social adquiere objetividad para cada sujeto en la medida que se experimenta como “nuestra realidad”, es decir en la medida que ha sido reelaborada a través de un proceso de construcción colectiva. La nota más destacada en este proceso de construcción del mundo y de uno mismo es su carácter intersubjetivo por el que un grupo de individuos pueden obtener un conjunto de concepciones y referentes —saberes— semejantes en relación a determinados fenómenos de su entorno. Al conjunto de estos saberes —la mayoría de ellos no explícitos— que constituyen patrimonio común de una colectividad se les conoce como conocimiento colectivos.

 Los conocimientos colectivos en modo alguno pueden ser marginados ya que están cargados de “teorías implícitas”, “modelos intuitivos” “metáforas e imágenes sociales”, etc., que las personas habitualmente utilizamos para interpretar, predecir, y actuar dentro del mundo social. Cada grupo o colectivo de individuos ha logrado construir a lo largo del tiempo un cuerpo de este tipo de conocimiento en base a las tradiciones y las nuevas aportaciones derivadas de observaciones, experiencias y los resultados de acciones prácticas. Este corpus de conocimientos en buena parte tácitos constituye el patrimonio del grupo y a su vez el marco normativo que regula sus actuaciones. La nota más significativa que define este tipo de conocimientos es su intersubjetividad.

En ocasiones se ha desvalorizado este tipo de conocimientos —a los que frecuentemente se les denomina vulgares— aludiendo a su falta de objetividad y de método, especialmente en contraposición al conocimiento científico. En la actualidad, desde posiciones postpositívistas no se tiene una interpretación tan rígida de la ciencia y del conocimiento científico y se entiende que pueden existir diversas vías de acceso a la realidad social que no deben ser consideradas como excluyentes. Más aún, dado que el conocimiento colectivo regula la mayor parte de la vida social de los individuos y los grupos, desde una perspectiva práctica debería constituir un objetivo prioritario de reflexión y búsqueda en toda investigación. De ahí importancia de la IAP como estrategia metodológica apropiada para incrementar este tipo de conocimiento del que participan un conjunto de individuos y a partir del cual se regula su intervención sobre la realidad.

C — De carácter emancipatorlo.

 La tercera característica que define la IAP es que el conocimiento obtenido deberá tener carácter emancipatorio. Ello significa que el conocimiento obtenido tiene que ser utilizado para cambiar la situación o problema que vive la comunidad y que ha dado origen a la investigación; es decir, debe de tener una utilidad social inmediata. La relación entre proceso de investigación y transformación de la realidad constituye una de las connotaciones propias de la IAP dado que los conocimientos obtenidos a través de dicho proceso sólo adquieren sentido cuando se aplican para resolver el problema social que tiene el grupo y en modo alguno pueden ser utilizados con otros fines. Esta estrecha vinculación entre investigación y cambio social es la que le confiere precisamente a este proceso un carácter emancipatorio en tanto que los conocimientos adquiridos por el grupo posibilitan cambiar su relación con el entorno.

 A este respecto, no debemos olvidar que el conocimiento siempre ha sido un instrumento de poder en manos de quien lo posee y que los sistemas se sostienen porque generan constantemente el tipo de conocimientos apropiados que les permiten mantener el status quo establecido. Los cambios sociales exigen una ruptura para la cual no sólo es necesario que el conocimiento se genere “sobre ellos” sino que también sea “con ellos” es decir, por el propio colectivo marginado a partir de su visión del mundo, sus valores, intereses, necesidades y experiencias. La IAP difiere significativamente de otras modalidades en el compromiso que plantea al proponer que todos los involucrados en el proceso se apoderen del conocimiento. Sólo así cabe pensar que dicho conocimiento tenga utilidad en la transformación de la realidad social que vive el grupo, es decir tenga carácter emancipatorio

Ahora bien, el carácter emancipatorio de la IAP no sólo depende de la utilidad social de los conocimientos sino también de la implicación que los sujetos han tenido en el proceso y la actitud compartida por el grupo en relación con los resultados obtenidos. No basta con que todos los sujetos implicados participen en el proceso de investigación sino que dicha participación deberá ser democrática para que el sujeto se sienta plenamente integrado en el proceso de construcción de conocimiento Igualmente los resultados obtenidos deberán ser compartidos por el grupo de forma que posibiliten la vivencia de poseer la información y, en esa medida, el dominio de un conocimiento útil para cambiar la situación social. Sólo así percibirán el descubrimiento como una liberación personal, como una catarsis. Por ello, la experiencia democrática que vive el sujeto al participa ren unproceso 1AP, la vivencia personal y comunitaria que recibe al descubrir el conocimiento como liberación, y la comprobación de la utilidad social inmediata del mismo, constituyen tres características básicas que le confieren a los conocimientos colectivos un carácter emancipatorio. De ahí que, los resultados de dicho proceso no puedan ser transferidos más allá del grupo y el contexto que ha dado origen a la investigación.

Lógicamente los grupos y colectivos humanos pueden intercambiar experiencias y aprovecharse de las estrategias a nivel metodológico e. incluso, contrastar sus resultados con los obtenidos por otros grupos y/o contextos. Pero nunca se puede llegar a transferir los conocimientos colectivos de unos grupos a otros. Las razones son fácilmente comprensibles. De una parte, la realidad y/o problema objeto de estudio siempre presenta matices distintos de un contexto a otro que impide aplicar soluciones apriorísticas De otra, un conocimiento colectivo para ser socialmente útil exige como condición previa que haya sido adquirido por los mismos sujetos que lo van a utilizar para transformar su realidad concreta. De ahí que participación democrática, vivencia liberadora del conocimiento y utilidad social del mismo, constituyan notas esenciales a todo proceso de IAP y que definen, a su vez, su carácter emancipatorio.

4. CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN LA IAP

No existe un total acuerdo sobre las características que definen esta modalidad de investigación. Como bien apunta SALAZAR (1992), las versiones sobre la IAP pueden variar según autor y región. Así, mientras unos la conciben como un movimiento necesariamente ligado a acciones políticas y enfatizan los aspectos relativos a la intervención sobre los procesos comunitarios; Otros consideran que la IAP— como cualquier otro método de investigación— puede generar nuevas teoría y metodologías que permitan un mayor conocimiento de la realidad social. Aunque ciertamente, desde el punto de vista académico la IAP se ha visto como poco rigurosa, actualmente nadie cuestiona que constituye una filosofía crítica y comprometida con la realidad social, a la vez que una metodología que potencia el desarrollo personal y la transformación social. En definitiva, constituye una metodología de investigación que parte de unos supuestos teóricos y metodológicos novedosos y esperanzadores.

Para delimitar sus rasgos o características vamos a partir de la conceptualización que hemos efectuado —de acuerdo con HALL (1983)— de la IAP como una actividad intelectual que integra la investigación social, el trabajo educativo y la acción transformadora de la realidad. Queremos insistir en que todo acercamiento comprensivo sobre esta modalidad de investigación debe tener en cuenta esta triple dimensión de la IAP. Llamamos la atención sobre este hecho porque frecuentemente se ofrecen interpretaciones reduccionistas que asocian esta modalidad de investigación con el compromiso socio—político a favor de los sectores marginados, olvidando que el conocimiento emancipatorio exige previamente procesos de investigación y educación. En términos de FALS BORDA (1990) la IAP, al combinar procesos de investigación y educación popular, es un reto permanente de los pueblos oprimidos y explotados de nuestra sociedad.

A la luz de estas matizaciones podemos establecer una serie de notas o características que definen la IAP y la diferencian de otras modalidades de investigación. Señalemos las principales:

1 — La IAP constituye un proceso dialéctico y crítico, Para ello el investigador debe concebir la teoría y la práctica, la investigación y la acción, la intervención y la evaluación como unidades inseparables donde la práctica es fuente de conocimiento para la teoría y la teoría ilumina la orientación de la práctica. Como modalidad de la investigación acción se inserta dentro del paradigma crítico más acorde con los rasgos que distinguen a las ciencias sociales.

 2 — Asume la investigación como compromiso social. La IAP reitera la imposibilidad de una ciencia “libre de valores” y trata de poner el conocimiento al servicio de las necesidades sociales más urgentes con el fin de promover el cambio social. Por ello considera que la investigación, como actividad social, constituye esencialmente un compromiso con los sectores más desfavorecidos de una sociedad, es decir aquellos que reclaman una intervención inmediata.

 3 — Fomenta el despertar y el desarrollo de la conciencia crítica. La IAP facilita a cada miembro del grupo o colectivo implicado en el proceso un mayor conocimiento de su propia realidad personal y social lo que le lleva a sentirse más capacitado y dispuesto a integrarse en procesos de investigación acción. Frente a la marginación y falta de integración de los sujetos en la dinámica de la investigación clásica, la IAP promueve procesos de educación que faciliten a colectivos humanos mayor conocimiento de sí mismos y de la realidad de su entorno y, consecuentemente, mayor compromiso en la transformación social.

 4 — Promueve el intercambio plural y democrático del conocimiento. La IAP se apoya en la “cultura del grupo” y promueve que los individuos experimenten la toma de conciencia como colectivo de sus propias posibilidades y recursos, así como de los medios y estrategias con que cuentan para su organización y movilización. Insiste en la importancia de la llamada “ciencia del pueblo” frente a la visión clásica de una ciencia dogmática e instrumental.

 5 — Enfatiza la participación como estrategia metodológica. En la IAP se puede concebir la investigación sin integrar en el proceso a todas las personas afectadas por el problema que se trata de resolver. Trata así de superar la dicotomía objeto—sujeto que habitualmente se establece en los procesos de investigación, postulando que es el propio colectivo humano quien debe decidir cómo, cuándo y de qué forma se van a buscar las soluciones a los problemas de su entorno que pretenden resolver.

 6 — Desde el punto de vista metodológico constituye una modalidad de la investigación acción. Ello significa que la IAP se planifica como un proceso continuo de acción—reflexión—acción en el que participan investigador e investigados y donde la producción de conocimientos constituya el instrumento para la transformación social. Su validez y la objetividad científica radica precisamente en la participación de los implicados en el proceso (intersubjetividad) y en la utilidad social del propio conocimiento.

 7 — Plantea nuevas reglas en el quehacer científico. Frente a la investigación de corte clásico en la que los procedimientos deben ajustarse estrictamente al método científico, la IAP utiliza mayor variedad de recursos y estrategias de carácter metodológico en la búsqueda y aplicación del conocimiento dado que el proceso constituye simultáneamente una actividad de investigación, acción y educación.

8 — Su finalidad es promover el desarrollo y cambio social. El objetivo final de la IAP es poder tomar decisiones en relación con la realidad social que se pretende transformar y llevar a cabo las acciones pertinentes que permitan superar las contradicciones y conflictos existentes ligando así razonamiento, crítico con intervención crítica; es decir, poniendo el conocimiento al servicio de las necesidades populares.

 5.- VALIDEZ CIENTÍFICA DE LA IAP.

Para muchos investigadores, especialmente aquellos que se encuentran anclados en posiciones positivistas, la objeción fundamental sobre esta modalidad de investigación se centra sobre su validez científica, Todos sabemos que desde la perspectiva epistemológica se considera conocimiento científico aquel que ha sido obtenido a través de un proceso de investigación riguroso, es decir que tienen una fundamentación teórica sólida y el método utilizado en su adquisición se ajusta a los cánones del método científico. Las teorías que sustentan el modelo de investigación, los argumentos lógicos en los que se apoyan los métodos y la posibilidad de verificación y/o replicación son los supuestos que habitualmente se utilizan para justificar la validez del conocimiento científico. Para muchos positivistas estos criterios no quedan suficientemente garantizados en la IAP por lo que cuestionan el rango científico de esta metodología. La reacción de los partidarios no se ha dejado esperar. De una parte, consideran que al conocimiento se puede acceder desde diversas vías y que no siempre es factible y aconsejable adaptarse a los cánones del método hipotético—deductivo, dado que supondría una visión muy restrictiva de la realidad social. De otra, la crítica de que la IAP adolece de “lógica de verificación” es gratuita dado que utiliza criterios de validación, lo que sucede es que no coinciden con los que habitualmente emplean quienes parten de concepciones positivistas.

 Desde nuestro punto de vista, la validez del conocimiento obtenido a través de un proceso de IAP se fundamenta esencialmente sobre tres criterios:

A: Fundamentación teórico—práctica

El primer criterio que justifica la validez del conocimiento colectivo parte de su fundamentación teórico—práctica. Como ya hemos señalado, la IAP conlleva un flujo permanente entre la teoría y la práctica, entre la reflexión, y la acción. Ello significa que cada paso o secuencia metodológica se realiza partiendo de una teoría que orienta la práctica y, a su vez, la acción práctica sobre una realidad reclama la reflexión como estrategia que nos lleve al conocimiento. Esta interrelación entre teoría y práctica, entre acción y reflexión, entre intervención y evaluación, aporta al proceso evidencia empírica necesaria para otorgarle validez científica a los conocimientos obtenidos a través de IAP. Toda acción se apoya en una teoría y a la vez conduce a la reflexión de la misma. Así, de manera cíclica, el conocimiento es elaborado y validado de forma permanente.

B: Verificación intersubjetlva

El principio básico que se utiliza en la validación del conocimiento obtenido a través de IAP se apoya en el postulado que sostiene que, en condiciones de libertad y libre expresión. “cien cabezas son más objetivas que una”. Como ya hemos señalado, una de las condiciones básicas de esta modalidad de investigación es que todo el proceso debe ser realizado por todos los miembros del colectivo o grupo afectado por el problema lo cual significa que tanto los análisis como las decisiones y demás actividades implícitas en una investigación son producto o resultado del consenso entre todos los sujetos implicados. La objetividad se establece a partir de la reflexión en común entre los miembros del grupo en el que las interpretaciones subjetivas de cada sujeto son contrastadas y corregidas en función de la opinión mayoritaria. El grupo evalúa sus aciertos y sus fallos y actúa en consecuencia. Aunque ciertamente la opinión mayoritaria no siempre es la correcta, no cabe duda que constituye uno de los elementos básicos que nos puede aproximar a la objetividad frente a toda ideología subjetiva.

 C: Utilidad social del conocimiento

Como ya hemos avanzado, la IAP parte de una situación problemática que vive un grupo concreto y que desea cambiar. La investigación constituye esencialmente un proceso que permite obtener los conocimientos apropiados para poder resolver el problema. Pues bien, si una vez realizado el proceso y puestas en prácticas las acciones que de él se deriven sucede que el problema ha sido superado, entonces podemos decir que el conocimiento obtenido es válido, dado que ha sido socialmente útil para el fin que nos habíamos propuesto. Probablemente este criterio de validez resulte extraño desde la lógica de la investigación clásica, pero cuando la finalidad de la investigación es fundamentalmente promover el cambio social, es coherente que se considere como criterio de validez científica de un conocimiento colectivo su utilidad con este fin.
No cabe duda que la IAP constituye una estrategia apropiada para que un grupo humano pueda acceder al conocimiento colectivo. La difícultad que encuentra esta estrategia no radica en los criterios de validez que utiliza sino en la dinámica que exige el propio proceso. De una parte exige la participación de todos los implicados que en modo alguno podemos suplantar o enmascarar ya que nos alejaríamos del verdadero sentido y significado que tiene esta metodología. Por otro, los resultados son lentos y exigen ser redefinidos de forma continua a fin de que promuevan el desarrollo personal (catarsis) y el cambio de la situación social. Ambos requisitos son a la vez una exigencia y un resultado en la IAP. De ahí su dificultad y a la vez su mérito al considerar determinados requisitos de investigación en objetivos de la misma.

Ahora bien, la participación de todos los implicados en el proceso no será posible si no se enfatiza la “colaboración’ como paradigma que posibilita el desarrollo de los valores comunitarios y la importancia del colectivo humano en todo trabajo social. Solamente cuando un grupo de personas comparten creencias y valores y mantienen entre ellas relaciones de igualdad y reciprocidad cabe pensar en la existencia de una comunidad. La IAP constituye una expresión genuina del compromiso de una persona con lo comunitario. Por ello, no se limita a exigir al investigador el dominio de una destrezas y técnicas concretas sino que le exige una determinada filosofía y menos aún de llevar a cabo procesos de investigación acción participativa.

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